Voy caminando por la calle, tranquila, sin prisa, observando alrededor lo que me ofrece la vida cada día… y mi caminar sosegado se ve truncado por las prisas, la impaciencia, el tiempo…
¿Por qué corremos?
El tiempo te atrapa cuando llegas tarde a algún sitio. Eso es a lo que nos tienen acostumbrados, todo se rige por el tiempo. Las prisas te hacen ser una persona desagradable con el entorno. Un ejemplo muy claro es cuando vas en el metro, ya antes de salir del vagón aprietas el botón de apertura de puertas con insistencia para que se abra antes… Si soy yo quien está delante de la puerta esperando a que se pare el metro para poder apretar el botón, un aliento en mi nuca, una mala cara, me hace sentir que los demás piensan que por mi ellos llegan tarde… Amigo/a, ¿no te das cuenta que el metro tiene un sistema de seguridad y se abre cuando se tiene que abrir? Por muchas veces que aprietes el botón…
¿Te paras, miras a tu alrededor y disfrutas de lo que ves y te ofrece el entorno?
Por las mañanas al salir de casa miro al cielo, busco la Luna y observo lo bonita que está ahí arriba. Sonrío y empiezo el día.
Ya llegando al trabajo puedo disfrutar de los maravillosos amaneceres que me ofrece nuestro Sol, pincelando el cielo de colores grandiosos y fuertes para dar energía al día.
Por la tarde, para desconectar de los conflictos, el trabajo y del peso que soportamos a lo largo de la jornada, me fascino observando cómo los árboles bailan al son del viento y se iluminan con el atardecer. Puestas de sol dignas de postal, anunciando la calma de la noche.
Con esto quiero enseñarte a disfrutar del camino de la vida con esas pequeñas cosas que tenemos tan cerca, que podemos ver cada día y que pasan inadvertidos en muchas ocasiones. Párate, siéntelo, siéntete, sin prisa y sobre todo…disfrutando del tiempo.